Aunque es una creencia bastante
popular que cuando un país no logra su desarrollo y sustentabilidad es siempre
culpa del mal manejo gubernamental, casi siempre se deja fuera del juego la
importancia que juega la educación en esa situación. En México, un país tan
naturalmente privilegiado, la situación no ha sido diferente. Al igual que la
mayor parte de los países latinoamericanos, los problemas tanto socioeconómicos
como socioculturales han sido desde hace varias décadas el mayor obstáculo para
lograr el bienestar y desarrollo de los más de ciento veinte millones de
habitantes ¿pero de dónde viene todo esto?
La cultura mexicana más allá del
mole, el tequila y la bandera tricolor que todo mundo jura llevar muy dentro
del corazón, se basa en su mayoría en el arraigado dogma de que “para avanzar hay que tranzar” el mexicano no ve al país como un todo que
debe moverse junto y en donde todo mundo debe tener las mismas oportunidades
basado en su motivación y aptitudes más que en el precio de su carro o color de
piel. De hecho, en más de ocasión he escuchado que personas extranjeras ajenas
a la nación mas con un conocimiento de lo que sucede en la actualidad en los
países hispanos; explican la sociedad mexicana como una cubeta de cangrejos de
la cual todos quieren salir, pero en lugar de trabajar juntos para crear un
trampolín que les permita salir a todos, prefieren chingar al primer cangrejo que vean que va saliendo de la cubeta.
Me gustaría poder decir que esto
es una desliz idiosincrático de
generaciones pasadas, pero todavía las generaciones presentes están creciendo con esta desatinada visión
del mundo que seguirá marcando las divisiones sociales, para continuar con este
absolutismo moderno en el cual el poder económico solo queda en manos de
algunos cuantos mientras que el resto de los “indios” siguen en la pobreza sin
tener noción alguna de lo que pasa con su país como si habláramos diferentes
lenguas, lo cual de hecho sí es así.
La idea del gobierno en cuanto
concierne a la educación básica y tal como se manifiesta en el tercer artículo
constitucional, ha sido dar a la población la oportunidad de tener acceso a ésta,
donde todo niño mexicano tenga el derecho y obligación de asistir a la primaria
y secundaria de manera laica y gratuita, se les den libros de textos e inclusive
en algunas zonas marginadas se les ofrezca una merienda durante el jornada
escolar ¿todo bien hasta ahí no? No obstante, sin meternos en otro líos
sociales como el hecho de que muchos niños no puedan asistir a la escuela verse
obligados a trabajar para sustentar a sus familias; un problema olvidado por la
sociedad y el gobierno es como bien menciona Muñoz Cruz (1999) en su artículo: Visión de la educación bilingüe en regiones
indígenas de México, es que la Secretaría de Educación Pública y el Sistema
Educativo Nacional, han estado trabajando como si el país fuera una nación monolingüe
e igualitaria lo cual es totalmente todo lo contrario.
A pesar de que probablemente
existan otras variantes dialectales, en México existen hasta el día de hoy 67
lenguas constitucionalmente reconocidas además del español, este dato posiciona
al país dentro de las naciones lingüísticamente más ricas del mundo. Sin
embargo, la parte obscura de este patrimonio cultural es el hecho de querer
educar a todos de la misma forma como si quisiera eliminar gradualmente a estas
lenguas para que todo el país fuera exclusivamente monolingüe en español, lo
cual haría todo más fácil para los sectores gubernamentales encargados de la
educación, mas no para los afectados, ya que como bien lo pone García Segura
(2004)
El reto
que se plantea en estos momentos es el de la integración cultural
de las
minorías en la perspectiva no de la mera asimilación, sino de un
enriquecimiento
mutuo de las culturas mayoritarias y minoritarias como
principio
básico de la interculturalidad.
Sin
embargo la posición de la sociedad mayoritario o “mestiza” no tiene intención
alguna de lograr esa inclusión, desde el puno de vista que la mayoría de las
personas siguen percibiendo a este gran
porcentaje de población indígena como ciudadanos de segunda clase y
peyorativamente llaman a sus lenguas dialecto
con el afán de menospreciar su bagaje cultural y lingüístico. Estos hechos
deberían definitivamente encender la luz roja si además le añadimos que los
estadísticamente son los niños indígenas quienes menos acceden a la escuela,
más pronto la abandonan y como podría suponerse son también los centros
educativos indígenas los que peor calidad tienen en todos los aspectos (Schmelkes, 2013)
A lo largo de los años ha habido
algunos movimientos sociales que han buscado levantar al país de nueva cuenta
para que se vuelvan conscientes de la realidad social que tiene a la gran
mayoría de los mexicanos en rezago. El
movimiento estudiantil de Tlatelolco en 1968, donde tantas vidas fueron
perdidas y nadie se atrevió a abrir la boca; el movimiento zapatista en Chiapas
que solamente buscaba igualdad de oportunidades para las comunidades indígenas
de esa región y más recientemente el movimiento estudiantil de las elecciones
de 2012, #YoSoy132 que intentó movilizar a la juventud para evitar volver al
régimen gubernamental que ha controlado al país por más de medio siglo y que
obviamente se ha visto que no funcionó.
De cualquier forma, aunque estos movimientos
no tuvieron el éxito han logrado despertar poco a poco a los que quieren
escuchar, acerca de la situación actual del país. Al menos para mí, la mejor
forma de avanzar y hacer que todos trabajemos en equipo como decía el principio,
es por medio de una educación de calidad con programas cuidadosamente
adecuados a las exigencias sociales del país. No se puede esperar que un
sistema centralizado funcione para todos, no se le puede enseñar de tajo a un
niño de un comunidad en la Selva Lacandona la edificación del Palacio de Bellas
Artes, cuando su realidad son cascadas y fauna selvática y más aún cuando su
lengua es otra.
Aunque por obvios motivos al
gobierno jamás le convendrá que el país lea, aprende y debata, el día que el
sistema de educación pública cuente con:
- Un personal docente talentoso y preparado que no esté compuesto por un montón de ignorantes huevones que piensan que su única su obligación es sentarse en un escritorio por 7 horas mientras se toman su Coca-Cola.
- Silabarios y programas académicos bilingües adecuados a esas 67 identidades culturales que conforman aunque sea como minoría la nación.
- Material didáctico bien diseñado que busque verdaderamente aumentar fomentar el crecimiento intelectual de los estudiantes, en lugar de mantenerlos ocupados.
- Acceso a la tecnología
Ese día, cuando un
libro política sustituya a la novela de las 9 de la noche, veremos como la
sociedad va a adquirir la fortaleza suficiente para poder levantar la voz sin
temor a ser callados por qué sabrán que
ya no son un montón de personas rezagadas por su situación social y
étnica, sino mexicanos con un nivel de conocimientos que les permitirá
defenderse contra la injusticias sin tener que seguir bajando la cabeza como
los españoles les enseñaron a sus ancestros, pero esto solo podrá lograrse
arrancado de raíz los lastres tan encarnados en la historia de nuestro México
tan lindo y jodido.
Referencias:
García
Segura, S. (2004). De la educación indígena a la educación bilingüe
bicultural. Revista mexicana
de investigación educativa, 9(20), 62.
Muñoz, H. (1999). Visión de la
educación bilingüe en regiones
indígenas de México.
En H. Muñoz (Ed.), Un futuro desde la autonomía y la diversidad:
Experiencias y voces por la educación en contextos interculturales nicaragüenses.
Ciudad de México: Universidad Autónoma Metropolitana.
Schmelkes, S. (2013.). Educación
para un México intercultural. Sinéctica, (40), 1-12.
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